Sigo fondeado en puerto, a la espera de que las condiciones meteorologicas
mejoren. Las previsiones no son muy halagueñas. Aprovecho para compartir
con los amigos, que aun me quedan por aquí, algún rato de asueto.
Llego al bar de Antonio, el refugio de todos los que al ver rotas sus expec-
tativas diarias, acudimos aquí, a tratar de buscar el calor que no tenemos
cuando estamos en la mar. Normalmente, se habla del tiempo, , de lo mal
que está la pesca, de los aparejos, de la carestía de los combustibles, de los
cambios a peor que está sufriendo el sector, en definitiva de los problemas
del diarío de cualquiera que trata de ganarse la vida, tratando de que la mar
los recompense.
Pero hoy estaban las conversaciones enfocadas hacia otro punto de mira.
Hablaban del desencanto, de la desilusión, de la falta de interés, del aban-
dono que sufrían desde todos los sectores gobernantes del país.
Estaban solos, con las unicas armas de su ilusión, por mantener un sector del
que dependían sus familias. Si hay pesca, comemos, sino miseria, escuché
decir al que se encontraban en el centro de los corrillos. Los demás, asentían.
De momento, en la pantalla, apareció un chico joven, con coleta. Casi todos
al unisono, poco a poco, abandonaban sus posturas, y conforme iban escuchando
lo que decía, iban dando pasos hacia la televisión que colgaba de la pared del
salón. Según avanzaba su discurso, se iban notando miradas de complicidad,
asentimientos con la cabeza. Se hizo un silencio, casi sepulcral, al que no están
acostumbradas estas paredes. La atención era absoluta. Todas las miradas iban
dirigidas hacia la misma dirección.
Terminó la comparecencia del tertuliano. Todo el mundo volvió a lo suyo, unos
a la barras, otros retomaron sus partidas de cartas, los que menos a la calle, a
fumarse un cigarrillo.
Noto un cambio en sus rostros. Comentarios entre unos. Afirmaciones entre otros.
Antonio: ¡ borrón y cuenta nueva !, es lo que hay que hacer aquí. Pero observo
sobre todo, rostros iluminados, llenos de optimismo, como hacia tiempo, no
se observaban por estos parajes.
Me despido: ¡ Hasta pronto y suerte, amigos !. Me replican: ¡ Y tú que lo veas !.
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