Transcurria una Semana Santa "divina". Nos ha acompañado un tiempo
más que primaveral, las calles recibían un transito, al que ya no estábamos
acostumbrados, el olor, recordaba a los visitantes, donde se encontraban,
los rostros denotaban la alegría y el regocijo, que los sevillanos o no, pa-
seaban en sus rostros. Todo a pedir de boca, que es lo que se pretende, en
fechas, como estas, disfrutar y hacer participes de ello, a los muchos, que
nos visitan.
Pero llegó el Jueves Santo, y con él, "la madrugá", y volvimos a padecer,
lo que parece, se ha convertido, en parte integrante e inevitable, de lo que
antaño, era una noche mágica, sublime, grande, de respeto, hacia las ima-
genes que andan por las calles, y hacia la muchedumbre que se vuelca
con ellas. Todo resulta fácil, cuando existe el civismo y la cordialidad. Sino
estás de acuerdo, no vayas. Nadie necesita tu presencia.
Lo que no se puede, ni debe tolerar, es la imagen deplorable, que una mi-
noria de energumenos, en estado poco recomendable, que les conduce a
los insultos, a las amenazas, y que terminan en peleas callejeras, anden a
sus anchas, amparados entre la multitud que esa noche, llena las calles, por
circunstancias ajenas, a la que patrocinan estos indeseables.
Y esto no se puede, ni debe minimizar, como se ha tratado de hacer desde
los estamentos políticos y policiales. Ha habido varios puntos, y casi si-
multaneamente, donde han acaecido "trifulcas", de este tipo. ¿Casualidad?,
o ¿actos organizados?. Ya tuvimos una experiencia, que muchos recordaran,
poco deseable. Espero y deseo, no se repita. Pero con ocultar la evidencia,
no ganamos nada. Por el contrario, perdemos mucho, y todos.
Así que, por favor, información exhaustiva, que es beneficiosa, en este caso,
hasta para la salud.
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