Estrecho de Gibraltar. Apenas quince kilometros, que unen y separan
dos continentes, religiones, culturas, economias, formas de vida.
Si venimos navegando por el Mediterraneo, antes de entrar en el em-
budo, que separa los dos mares, podemos observar a estribor, Gibral-
tar, y por la banda contraria, las costas de Marruecos.
Estamos en la primera ruta comercial del mundo, y también la más
vigilada. Su importacia estrategica , es fundamental, por lo que per-
manece permanentemente observada.
Antaño, sus aguas sirvieron de campo de batalla. El cabo de Trafálgar
fue testigo de muchas de ellas, pero ninguna le marcó tanto, como la
que desgraciadamente para nuestra flota, lleva su nombre. Eso si, nos
dejó la figura de un marino, que ha perdurado en el paso del tiempo,
y al que se le denominó héroe, a pesar de la derrota.
En la actualidad, sus aguas son testigo, del trafico de todo lo imagi-
nable, no permitido, claro, pero creo que en muchas ocasiones con-
sentido.Y lo que me abruma, y me llena de rabia, es la indolencia,
de los que se dedican, al trafico de personas. Esas mafias organiza-
das, que se aprovechan, con el engaño, de la miseria de los que lle-
gan, huyendo de sus lugares de origen, con la unica esperanza de
encontrar algo mejor, y se tropiezan en su camino,( ¿o les están
esperando?), con quienes, les enrolan en una aventura, que no po-
cas veces, les conduce a la muerte.Traficantes de personas. Solo la
expresión, ya es espeluznante.
Y camina el siglo, paso a paso, y seguimos viviendo, sufriendo, los
avatares, de un mundo, cada vez más injusto, más inhumano, menos
solidario.Y este estrecho, del que os hablo, parece sentirse orgulloso
de ser la frontera natural entre dos continentes. Pero se me antoja,
por las diferencias existentes, entre los dos puntos de tierra por el
que discurre, que más bien parece la linea (¿imaginaria?), que divi-
de dos mundos.
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